2016,

No entiendo nada de tenis y vi a Argentina campeón

12:39:00 .María. 3 Comments


    Foto: AFP

Yo de tenis no entiendo nada, pero por algunas casualidades pude estar en el lugar y en el momento justo para vivir uno de los logros más importantes para el deporte nacional.
Todo empezó hace unos días cuando en un pueblo de Montenegro un viajero argentino de 67 años nos dijo que estaban rematando las entradas para la Davis en una página europea. Teníamos pensado cerrar nuestra gira balcánica cerca de Zagreb y Augusto puso todo para que la balanza se incline hacia la ensaladera.

- No entiendo nada de tenis, andá vos solo- le dije sincera.
- No, vos tenés que venir porque es importante para mí y porque la vamos a ganar- retrucó él, sin imaginar que iba a tener razón.

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Gracias a internet y a Augusto que es periodista deportivo me fui interiorizando en esta Copa Davis (llamada así por el apellido de su creador); que tiene más de 100 años y que Argentina nunca había ganado. Es más, nuestro país fue el que más finales necesitó jugar para ganar por primera vez este “Mundial de Tenis”. Por destino del sorteo en 2016 tuvimos mala suerte y no jugamos ni una sola serie de local, aun así ganamos las cuatro. 
La final se disputaba en la capital de Croacia en donde la –mal llamada- Ensaladera de plata esperaría a su nuevo dueño. En realidad el trofeo fue construido basándose en una ponchera, pero el apodo de la ensalada hace años que se apoderó de la copa.

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En Zagreb había cuatro mil argentinos. 

Esa oración de seis palabras significa mucho más de lo que se cree: gente tomando mate por las calles, la palabra che flotando traviesa en los tranvías, banderas celestes y blancas colgando de los edificios y tonadas de cada región, solo identificables por nosotros. 


DÍA UNO
El estadio Arena Zagreb queda en las afueras de la capital, hay que tomar un tranvía, cruzar el Río Sava y después caminar unos 10 minutos.  En ese trayecto vimos unas nenas de 7 u 8 años jugando en el patio de su escuela y aunque no llevábamos banderas ni gorros nos empezaron a mirar y a gritar: ¡Hrvatska! ¡Hrvatska! Que es “Croacia” en croata. Nosotros le seguimos el juego con un ¡Argentina! ¡Argentina! Y eso las enloqueció. Después nos corrieron y gritaron más cosas que no somos capaces de traducir.

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El primer día el estadio no estaba lleno, probablemente porque era viernes a las 14 horas y muchos croatas aún estarían trabajando. Me llamó la atención lo grande y hermoso que era y también las luces. Como en un casino o un bingo todo estaba iluminado para que te olvides de la hora, del día, de todo lo que puedas. 15 mil personas entran en el Arena y de los 4 mil argentinos que había, la mitad volaron desde Sudamérica y la otra mitad desde distintos puntos de Europa.
En los pasillos había publicidades de los eventos próximos, Britney Spears, Justin Bieber y un tal Dino Merlin. También había puestos donde vendían medio litro de cerveza tirada y sanguches de jamón, queso y pepino; cada cosa a 20 kunas croatas (2,65 euros o 43 pesos argentinos). Me pareció barato para ser un estadio y para una final de un deporte tan elitista como el tenis. No fui la única que lo notó porque antes de que empiece el segundo punto de la serie (Del Potro – Karlovic) ya había algún que otro borracho.


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Después de dos partidos y más de nueve horas salimos del estadio como abombados. Había sido un curso intensivo de tenis para mí y sentía el cuerpo casi como si hubiera jugado. Caminando al lado nuestro iba un chico vestido de “Papa” que se sacaba fotos con todo el que le pedía y hasta bendecía camisetas con una seriedad digna de su papel. “Él probablemente está más cansado que yo” pensé.


DÍA 2
El sábado a la mañana una pareja de croatas se estaban sacando las fotos de su casamiento frente a la iglesia de San Marcos, la más importante de la ciudad. Unos cien argentinos que estaban visitando ese barrio los vieron llegar en un auto antiguo. Los rodearon, los aplaudieron y los siguieron hasta la iglesia al ritmo de “que se besen, que se besen”.  Uno, gritó: “no nos entienden” y se atrevió con un tímido “Kiss” y bastó ese valiente para que los otros lo siguieran al unísono hasta conseguir el preciado beso. Un pelado se animó a más y pidió selfie con los recién casados. 

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El free tour de la ciudad de Zagreb se hace todos los días a las 11 de la mañana en inglés, es gratis pero lo que corresponde es dejarle una propina al guía acorde a la valoración de su laburo. Ese sábado más de 60 argentinos hicimos juntos ese paseo caminado por los puntos icónicos de Zagreb. Ni bien llegamos me pareció conocer a uno de los chicos que caminaba cerca de nosotros. Sabía que lo tenía de algún lado y me acerqué y sin rodeos le dije:
- Hola te conozco pero no sé quién sos. ¿Sos de La Plata?
- Hola! Soy Franco. Soy rosarino pero tengo un amigo de La Plata: Xava.
A Franco lo conocimos hace dos meses en una fiesta cumbiera de argentinos en Cracovia a la que fuimos invitados por Xava. Y me acordaba especialmente de él porque con otros 4 argentinos hicieron mil kilómetros en un día desde Polonia hasta Alemania para llenar un baúl de fernet porque alguien les tiró el dato de que estaba a mitad de precio. 
Esta vez la hazaña había sido venir en auto 900 kilómetros de Cracovia a Zagreb.  
- ¿Y el fernet?- le pregunté 
- Obvio que lo trajimos para festejar- remató sonriendo.

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El partido de dobles duró poco y gustó menos. Me colgué mirando a un grupo de pibes que para alentar a Mayer habían entrado al estadio con cuatro yacarés gigantes de esos para nadar en la pileta.  ¿Qué entenderían los croatas de esos inflables verdes en el medio de la tribuna?¬
Por primera vez la fila interminable en el baño no estaba del lado de las mujeres sino en el de los hombres. Qué pequeño placer. Cuando entré vi que había cola, pero en el espejo. Neceser con maquillaje, cepillos, hebillas y perfume,  las mujeres de los dos bandos se producían como para salir a bailar. La ecuación era fácil: cuanto más le dedicaban a su look más chance tenían de salir en las pantallas gigantes del Arena Zagreb y quien te dice en la televisión de cada país.
La receta de los hombres era otra: muchos argentinos tenían la camiseta de su equipo de fútbol que resaltaba entre una marea celeste y blanca y los croatas optaban por unas manos de tela enormes pintadas con el escudo de su bandera.

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A la salida del estadio nos cruzamos con dos primas marplatenses de 76 y 78 años. Las habíamos conocido unos días atrás tomando una cerveza y nos habían contado de su pasión por el tenis. 
- Está difícil Marta, mañana es a todo o nada- le dijo Augusto a la más joven 
- Querido – respondió ella y encendió un cigarrillo – nadie confía en este equipo, pero yo sé que este año la ensaladera es nuestra. 
Marta soltó esa frase como una profecía mientras el humo de su primera pitada se confundía con la niebla de la noche que no llegaba a marcar ni un solo grado centígrado.

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La gente volvió desganada en el tranvía. Y como no podía ser de otra manera hicieron uso de uno de los ¿dones? del ser argentino: opinología. “Lo que pasa es que estaban cansados”; “el problema es que hace años que no tenemos un buen doblista”; “vos viste como se cruzaba ese enano Dodig en la red, era un demonio” y demases comentarios encendidos que se iban apagando en la fría noche europea.

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- Yo me voy a pedir esto porque es lo más parecido a un asado- Dijo Karim, un porteño de 21 años que está estudiando en Varsovia y se tomó 3 colectivos y cruzó 4 fronteras para llegar a Croacia.
Lo que pretendía comer es el típico Cevapi, una mezcla de carne picada con forma de choricito que viene con pan y cebolla y es muy popular en los Balcanes. Como nuestros horarios y los croatas no son compatibles la cocina estaba cerrada y nos conformamos con una pizza. 
En la cena me transformé en Susana arbitrando un improvisado  “Imbatible” mientras Augusto y Karim jugaban a adivinar los diez saques más rápidos de la historia del tenis. Ninguno acertó el número uno: el desconocido Samuel Groth que en el 2012, en Corea del Sur sacó a 263 km/h. Una bestia.


DÍA 3
Yo de tenis no entiendo nada. Por suerte mis viejos me enseñaron varias cosas de la vida que pude aplicar en los 992 minutos netos de tenis profesional que me tocó presenciar.
1. Tratá a la gente como querés que te traten. Esto lo traduje en: no abuchear el primer saque del otro si lo erra, porque si lo hacés ellos harán lo mismo cuando erre el nuestro.
2. No seas ansiosa y esperá a ver cómo se desarrollan las cosas. Esto sería tenísticamente hablando: no grités out porque confunde y no suma.
3. No está muerto quien pelea. No hace falta que hable del partido de Del Potro- Cilic porque todos sabrían donde encaja la enseñanza.

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Los hinchas croatas y los argentinos estábamos mezclados y no fue para nada un problema. Cada uno hinchaba por su país sin putear al otro. Se sentía un clima de profundo respeto y eso nunca lo había visto, menos en una final.
Algunos argentinos estaban enojados porque entre game y game un animador y una banda salían a cantar canciones para alentar a Croacia. Decían que la Federación Internacional de Tenis no lo tendría que haber permitido y que eso no ocurrió nunca en las finales de Davis. Otros acudían al folclore futbolero y gritaban: “Apagá los parlantes croata”.


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- Del Potro es un estratega- Me dice Hugo, un señor de unos 80 años que fue a las cuatro finales anteriores que Argentina no ganó.
- ¿Por qué?- pregunto y le miro los ojos llenos de cataratas.
- Mirá lo que acaba de hacer, le preguntó a la nena alcanza pelotas si estaba bien y la acompañó afuera de la cancha. Todos lo aplaudimos y él tomó aire y encima quedó como un campeón- dice y mueve las manos haciendo el gesto de rezar.

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El partido de Del Potro fue un parto: 5 horas donde cada punto se festejaba o se lamentaba con el cuerpo. Me detuve en la gente, en las caras y los pelos, el tenis los estaba pasando por arriba. No había forma de que se quedaran quietos, los más osados salimos al baño y lamentamos no poder volver a entrar hasta el próximo cambio de lado.
En la Davis todos los partidos se juegan al mejor de 5 set y Del Potro iba 2 a 0 abajo y arrancó flojo el tercero que tenía que ganar sí o sí. Sin embargo, de a poco se empezó a encender una llamita de esperanza en la gente que se convencía con esta canción: “Ponga huevo la Argentina, ponga huevo y corazón; que esta hinchada se merece, se merece ser campeón”.
 El tandilense empezó a concretar su epopeya y a mí no me quedaban uñas para comerme. La gente estaba desorbitada y Del Potro demostró que siempre hay una primera vez para dar vuelta un partido de 5 sets.

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Lo de Delbonis fue un trámite. Aunque, la verdad, los argentinos sabemos que la palabra trámite para describir algo sencillo y sin problemas no debería ser parte de nuestro lenguaje coloquial. El azuleño salió a comerse crudo a Karlovic, una mole que con  2,11 metros saca a más de 220 km/h. Algunos croatas se empezaron a levantar y a ir del estadio. La mayoría se quedaron y se la bancaron como duques. Abajo nuestro un tipo con la cara pintada cuadrillé rojo y blanco se paró y le dio la mano felicitándolo con fuerza al argentino que tenía al lado.

Maradona, exactamente enfrente nuestro, saltaba sacado revoleando una remera blanca y varios pensamos que se iba a caer. Pero Diego era un reflejo de lo que pasaba en nuestra tribuna: alrededor nuestro ya no había un solo argentino sentado en la butaca.
La fiesta ya estaba declarada. El dale campeón se soltó de los brazos y de los abrazos. Hubo llanto, videos, corridas hacia abajo a ver lo más de cerca posible a los héroes.

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El capitán Daniel Orsanic recibió la copa y dedicó el triunfo a todos los que integraron el equipo de Davis y también a todos los tenistas que juegan en Argentina. Además aseguró que la copa no era solamente un premio para el tenis sino para todo el deporte argentino.

Pienso en la cantidad de chicos y chicas que sufrieron con los partidos y que nunca tocaron una raqueta de tenis. 

Ojalá que el exitismo -del que a veces renegamos como argentinos- sirva para bancar más proyectos que se sostengan en el tiempo y acerquen el tenis a los barrios. 
Que no quede solo en la dedicatoria de Orsanic ese “triunfo del deporte nacional”; que trascienda el tenis para dar aliento a nuevas formas de organizar, enseñar, pensar, financiar y hacer deporte en Argentina.

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¿Por qué si no entiendo nada de tenis me emocioné como si lo hubiese jugado toda la vida? ¿Qué neurona o fibra controla la pasión o la emoción? 
Ese “dale campeón” era más bien una moraleja de cuento: el patito feo convirtiéndose en un hermoso cisne negro; un equipo sin ningún top 10, jugando de visitante y sin ser favorito que gana la copa del mundo del tenis. 

No entiendo nada de tenis, pero me encanta cuando ganan los feos. Me conmueve.

Con el himno alentado lloré. No por el himno en sí, sino porque después de ocho meses lejos de Argentina esos gritos desparejos con forma de letra O significaron mi casa, mis viejos y mis amigos. 
Y que sean eternos los laureles.


María Pagola.

(Todas las fotos salvo la de portada fueron tomadas por Randevuses.)

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