deseos,

Un deseo: el mundo

11:12:00 .María. 1 Comments

Tengo 28 años y sigo pidiendo deseos. 
Es que la posibilidad  de pedir un deseo me parece algo maravilloso, entonces nunca la pierdo. 
Pedir un deseo no es solo pensar con ímpetu en algo que querés con mucha fuerza. Es también colocarte en un lugar del planeta, pensarte desde ahí y proyectar donde o qué cosas querés que te pasen en el futuro y eso es único.

Quizás sea cursi o pochoclero, pero creo que no voy a dejar de pedir deseos ni aunque tenga 96 años.

Cuando veo pasar un tren, cuando soplo las velas de mi cumpleaños, cuando una vaquita de San Antonio vuela de mi mano o cuando logro despoblar todos las minipalmeras del panadero. Pido.

Monedas en fuentes no tiro seguido pero cada vez que miro el cielo, pienso el deseo antes de ver una estrella fugaz, así no me agarra desprevenida.


Con el juego de las pestañas caídas soy bastante buena. Antes hacía trampa y me chupaba el dedo para que el pelito del ojo quede siempre en mi terreno. Hace no mucho me enseñaron un verso que dice: que se cumpla que se cumpla de todo corazón para mi para vos para ninguno de los dos. Ahora ya no hago trampa.

Los deseos no se revelan, dicen, hasta que se cumplen.

Ayer estábamos charlando con Augusto de nuestros sueños de chiquitos. 
Yo le confesé que siempre que pedía deseos alguno iba dedicado a "viajar por el mundo" y él dijo que en su versión era "conocer el mundo".

En tres días nos vamos un mes a Marruecos y este viaje que arrancó por Europa ya empieza a tener color a mundo. 
A salirse de los bordes. 
A no saber qué vendrá después. 



Foto en Kruje, pequeño pueblo albanés.


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